Carta del fundador

Un niño que dejó su huella en forma de AMOR…

Sería complicado explicar quién soy tras el fallecimiento de un hijo con tan solo 9 años a causa de una leucemia…

Andrés, un padre que vivió la prueba más dura, dolorosa y traumática que la vida te puede poner por delante. Parece que no es suficiente con la marcha de tu hijo sino que, además, tienes que vivir todo un proceso de enfermedad demoledor.

Así fue, así pasé un largo año esperanzado cada vez que llegaba una buena noticia, esperando que algún día apareciera la definitiva: “Luis se ha curado”. Entre algunas esperanzas, se colaban infinidad de malas noticias que hacían cada día más difícil mantenerte en pie.

Aunque sin darte cuenta vas aprendiendo de tu hijo cada día, te habla, te mira, te abraza, se expresa y observas que para él sus valores y manera de ser permanecían inamovibles. Amistad, Generosidad, Entrega, Amor y, por supuesto, su Sonrisa… Es increíble cómo un niño de 9 años enfermo de cáncer puede consolar a un padre abatido por el cansancio y la desesperación. Ahí estaba Luis, siempre dándome ejemplo de superación, enamorando a todo aquel que se le acercaba y pasaba cinco minutos a su lado. Tenía ese Ángel que te envolvía con sus alas y te transportaba a un mundo mágico, donde la enfermedad pasaba a un segundo plano, donde solo existían risas, juegos, abrazos y una luz en su mirada que iluminaba todo su mundo…

Un niño que dejó su huella en forma de AMOR, tanto es así que, en una de las muchas conversaciones que mantuve con él, sugirió la posibilidad de ayudar a otros niños que estuviesen “malitos” como él. Sé que le hubiera encantado hacerlo en vida junto a mí, pero su cuerpecito no soportó tanto veneno en su interior, su deterioro físico cada día mayor hizo que su corazón se parara el 15 de enero de 2007 y su Alma volara a ese su mundo mágico desde donde me guía hoy para hacer lo que siempre quiso, ayudar a niños enfermos de cáncer.

El 10 de mayo de 2010 nace FUNDACIÓN OLIVARES

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